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  • Una Lesión Grave Sufrida Durante un Trabajo de Jardinería Demuestra la Importancia de Utilizar Protección Para los Ojos

    Escrito por Cheryl terHorst 
    Published Nov. 21, 2016

    Mientras utilizaba una podadora de césped para bordear un camino peatonal en las últimas horas de una tarde de mayo, durante la puesta de sol, Paul Miller no estaba utilizando sus gafas protectoras que casi siempre usaba. Repentinamente sintió un dolor agudo cuando una piedra de una pulgada le saltó a la cara y golpeó su ojo derecho.

    “Pensé que había perdido el ojo y empecé a frotármelo”, recuerda el Sr. Miller, un hombre de 33 años de Nashville. “Me di cuenta de que aún lo tenía, pero mi visión comenzó a opacarse. Me miré al espejo y vi que mi ojo estaba llenándose de sangre”.

    Temiendo que podría perder su ojo y su visión, se comunicó con su oftalmóloga, la Dra. Rebecca Taylor quien le dijo que fuera de inmediato a su consultorio.

    “Su ojo tenía tanta sangre que no le podía ver las dos terceras partes inferiores, pero podía ver que había un desgarro parcial en su iris”, recuerda la Dra. Taylor. “Era una lesión muy grande”.

    La piedra lo golpeó con tal fuerza que comprimió su ojo y rompió los vasos sanguíneos de su iris, esa lesión se conoce como hifema. Un golpe así en el ojo puede causar pérdida permanente de la visión, glaucoma, cataracts o desprendimiento de retina. La Dra. Taylor observó que la presión del ojo del Sr. Miller era normal, un buen signo, porque una presión alta puede llevar a un glaucoma. Cuando la Dra. Taylor le dijo que no perdería el ojo, el Sr. Miller recuerda que comenzó a llorar.

    Sin embargo, la doctora dijo que no podía ver su retina, el tejido sensible a luz que recubre la parte posterior del ojo. Lo envió donde un especialista para asegurarse que no tuviera un desgarro o un desprendimiento de retina. A menos que un desprendimiento de retina se trate de inmediato, se perderá la visión. Una ecografía mostró que no había desprendimiento de retina, y que no requería cirugía.

    No obstante, la Dra. Taylor le indicó al Sr. Miller que debía guardar reposo y aplicarse gotas oftálmicas (incluyendo prednisolona y atropina) para limitar la inflamación y dilatar la pupila. Debía utilizar un protector para cubrir su ojo durante unos pocos días. Le dijo que, en la medida de lo posible, debía evitar cualquier movimiento para asegurar una buena recuperación. Durante una semana, lo único que pudo hacer fue comer, ducharse e ir al baño. Tuvo que dejar de trabajar durante dos semanas.

    “Corría riesgo de lesionar el ojo o hacer que sangrara de nuevo, por lo que debía permanecer muy quieto”, indica la Dra. Taylor. “Si el ojo le sangraba de nuevo, el riesgo de glaucoma sería muy alto y probablemente habría requerido cirugía en la sala de operaciones”.

    Ahora el Sr. Miller comprende lo cerca que estuvo de perder la visión. Sabe que su trabajo se habría visto seriamente afectado, al igual que las aficiones que practicaba en su tiempo libre. Le gusta viajar durante los meses de enero y febrero, cuando no tiene trabajo. Está programando un viaje a Australia para el próximo invierno.

    Cuando el ojo del Sr. Miller sanó, la Dra. Taylor le dijo que podía regresar al trabajo, pero con una condición: No podría dejar de utilizar las gafas protectoras.

    “Si una herramienta tiene un interruptor para encenderla, lo primero que hay que hacer es ponerse las gafas protectoras”, indicó la Dra. Taylor.

    El Sr. Miller asintió de inmediato. “Tan pronto como supe que mi ojo estaba sano, fui a la ferretería y me mostraron todos los tipos de gafas protectorasque tenían para asegurarse de que encontrara las que me gustaran”, nos dice. “Las uso todo el tiempo e insisto en que quienes trabajan para mí las usen también”.